En el Cerro del Tepeyac


 Se llega diciembre y con ello las fiestas, los buenos deseos y para lo creyentes y guadalupanos, las peregrinaciones. Por cuestiones laborales me tocó embarcarme en esta aventura un sábado por la mañana.
Me senté en el camión que alquiló la empresa para este fin, al lado de Juanito y su hija, una vez que platicamos sobre los logros de sus hijos decidí echarme una pestañita, o por lo menos, quería hacer el intento, no obstante, mis sentidos permanecían alerta y por lo tanto seguía escuchando la conversación que mi compañero de viaje  mantenía con su hija.
-¡Mira hija, ahí va otra peregrinación!
-¿De dónde vienen papá?- preguntó
-No lo sé, luego vienen caminando desde Michoacán y ya cerca de la Basílica hay señoras que se dedican a darles agua y comida, el trayecto es largo- repondió Juanito.
Hubo un momento que el camión se detuvo,  el tren pedía precaución pues estaba de paso y así, lo vimos, cuan largo es con su peculiar sonido al pasar por las vías.
-En ese tren, más adelante, se suben los Mara Salvatrucha para llegar al "otro lado", aunque ya muchos se han instaldado por  Cuautitlán, ya se puede ver a mucho "cholito" por el rumbo- me confió Juan.
No pude evitar pensar en "La Bestia" ,las patronas y en la gran cantidad de gente que habita en los cinturones de miseria en nuestra ciudad.
Llegamos a nuestro destino: El Cerro del Tepeyac  lugar en donde se encuentra la Basílica de Guadalupe y su emblemática imagen.
Nos bajamos con cierta prisa, la misa de 10 estaba por comenzar.
Finalmente, logramos sentarnos la mayoría y los que cargaban la imagen de la Virgen, que tiene un nicho especial en la empresa, hasta adelante, con suerte, le tocaría agua bendita.
Y ahí, en esa banca sentada, en donde el aroma de las flores se mezclaba con el de cinco días que se obtiene por caminar y sin dormir  me tocó escuchar el llanto de niños y  hombres por igual.
Llegaba la parte en la ceremonia  de la confesión pública con un : "yo confieso ante Dios todopoderoso y ante ustedes hermanos que he pecado mucho de pensamiento palabra, obra y omisión..." en ese momento y por más que busqué no logré ver a ningún político, de esos corruptos, presente, nada mal hubiera estado verlos realizar ese acto de contrición y  darse golpes de pecho entre tanto pueblo que estábamos ahí reunidos... por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa...
 En fín, después de la homilía siguió el rito de la paz, y me preguntaba  ¡¿cuál paz?! Trump, presidente electo de nuestro país vecino con el que tenemos una relación comercial de suma importancia y pone en peligro el Tratado de Libre Comercio (TLC), Agustín Carstens se va, Duarte sigue sin aparecer, la ciencia sigue sin importarle a la mayoría como motor de crecimiento y desarrollo para nuestro país, la inseguridad a todo lo que da y aunque habrá aumento del salario mínimo, no es suficiente y demás cosas que quieran agregar. Aún así, me atreví a decir : la paz sea contigo.
Nos despedimos de  la Basílica  dejando atrás los llantos, las penitencias, los pecados y los golpes de pecho.
Reflexionando sobre toda la cantidad de personas que llegan al Cerro del Tepeyac en diciembre,  sería buena idea cambiar de sede  la imagen de La Guadalupana y llevarla  a la Cámara de Diputados,  Senadores y a los Pinos para hacerles pedidos reales a las personas adecuadas, quizá sea más eficiente pedirle a los terrenales que a los que se encuentran en el reino de los cielos.

Por la noche, en la Sala Nezahualcóyotl,  sentada hasta arriba, escuchando la Séptima Sinfonía de Beethoven, pude entonces, alcanzar el edén.








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