Oleadas de muerte

Oleadas de muerte, agonía, pus y olor a sangre. Sábanas mojadas por el sudor que la fiebre ocasiona, dolores tan fuertes con ganas de arrancar la cabeza, escalofríos anunciando la muerte, náuseas y vómito como queriendo expulsar el miedo y, finalmente, las llagas, llagas llenas de secreción que arrojan el mismo infierno, muchas en la cara, brazos y piernas. El cuerpo las rechaza, escozor y picazón son las señales, son tantas las que estallan.  Arde, arde el cuerpo y la calma. Muerte no me abandones, el sufrimiento ataca y ella piadosa, se los lleva, sin embargo, son tantos que no se da abasto dejando a otros en el olvido. Los olvidados quedan con  caras marcadas, cicatrices salvajes y permanentes, esos, los que logran mantenerse en vida, deambulan con el rostro desfigurado, rostro de un castigo divino dirían unos cargados de ignorancia, otros, buscan venganza ante eso desconocido.
La viruela, enfermedad terrible y desoladora, equitativa, eso sí, no distinguía entre clases sociales, sexo o prejuicio. Europa estaba desolada por el mal que los acechaba, desolación, misma que llevaron a las tierras de sus conquistas de manera virulenta.
La razón enloquecía,  el empirismo surgía como arma, la experiencia por la enfermedad sufrida, por sus muertos, el propio sujeto brindaba el conocimiento a raíz de la experiencia sufrida. El conocimiento surgía experimental e inductivo, algo así como lo que utilizó Newton con tan buenos resultados obtenidos. Al enemigo no lo conocían, sabían una manera de contrarrestarlo y a eso lo llamaron  variolización, con esto comienza todo ya que fue el principio del final de ese virus tan desolador cuando en una de las islas mayores del viejo continente, separada de la Europa continental por el Mar del Norte, fue introducida. Desde tiempos remotos era una técnica que se aplicaba en Asia ,África y Europa del Este, consistía en la inoculación de costras variólicas procedentes de personas que padecían la viruela a las personas sanas, una incisión en la piel y poner el polvo de costras de la viruela, cerrar la incisión y dejar a la persona asilada, hasta que la persona era atacada por la enfermedad de manera leve, era ,la técnica mencionada. Funcionaba, es cierto, no obstante, un porcentaje seguía muriendo tras esta técnica, de por sí peligrosa, ya que algunos morían por el producto inoculado, sin embargo, no importaba, más vivos que muertos, era el resultado.  No obstante, el virus seguía flotando.
Fue una mujer inglesa, sobreviviente de esa enfermedad, Mary Montagu, una Lady de gran belleza, mencionan algunos,  que llegó a marcar el rostro con la enfermedad antes mencionada  y con un hijo todavía a salvo, que en su estancia en Constantinopla supo y observó la técnica que prometía ser un buen escudo contra esa enfermedad. Cuando llegó a su país natal le contó a la realeza las maravillas que había observado e incitaba a la princesa a que aplicara la técnica para proteger a su estirpe. La realeza escéptica pidió una metodología experimental antes de inocular la sangre azul de su descendencia. Fueron entonces ratas de laboratorio, presos en las mazmorras con una promesa de libertad ante la acción pedida, por esa promesa se dejaron contaminar de ese virus malvado ¿quién lo iba a pensar? Sin saberlo, les ofrecían la vida, en lugar de una muerte que quizá, ya tenían contemplada. Al ver que funcionaba, en la mayoría de los casos, siguieron con los niños huérfanos experimentando. Sí, en la actualidad, un comité científico y de Derechos Humanos, estaría saltando. Quizá ese sea el origen de algunas mentes ignorantes y  ofuscadas en considerar a las vacunas como una acción anticristiana. 
Edward Jenner, médico rural, con una mente entrenada en observar, modificó el método e  introdujo viruela vacuna procedente de una pústula de una ordeñadora infectada por la vaca de su señor, Jenner se dio cuenta de que la viruela bovina provocaba reacciones inmunitarias eficaces contra el de la viruela. El conejillo de indias, un niño sano de ocho años y así,  entre observación, experimentación, hechos y evidencias, Jenner descubrió el principio de la vacunación por gérmenes debilitados y comenzó  a quitarle adeptos a la muerte con la erradicación de la viruela que reemplazó a la peste bubónica como la enfermedad más terrible de Europa. Edward Jenner brindó esperanza ante tanta muerte y desesperación. Benefactor de la humanidad  puso la prevención mediante la inmunización en el lugar de la desesperanza. 
La vacuna, las vacunas que ofrecen un paso seguro para la infancia.
No obstante, no se debe bajar la guardia, el peligroso movimiento antivacunas está poniendo en riesgo esta victoria científica, considerada como uno de los avances científicos más grandes de la historia que salva millones de vidas al año.
La antivacunación se fundamenta en la ignorancia y el egoísmo. Los brotes de sarampión que ahora están surgiendo es la consecuencia de este abominable movimiento.
No debemos ser irresponsables, los niños que no están vacunados, son armas biológicas acunados por el oscurantismo profundo de sus progenitores.
¿Surgirá nuevamente la viruela? me gustaría decir que no, no obstante, nadie hubiera pensado que el sarampión después de no presentarse ningún caso desde el año 2000, surgiría nuevamente.
Esto es consecuencia del peligro de creer, la inconsciencia y no fundamentar un criterio responsable con base en los hechos y evidencias. 

(Edward Jenner, vaccinating his young child, held by Mrs Jenn Wellcome L0011550.jpg)


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