El lado equivocado
Por: Claudia Huerta
Llevaba 10 minutos esperando el camión, el bus o si quiero contextualizar, el metrobús. Sabía que llegaría en un minuto, uso la tecnología como ventaja mediante una aplicación en mi celular que indica el tiempo en el que pasará el transporte. Es muy útil, reduce la ansiedad que genera el proceso de espera.Todo iba corriendo según lo planeado. Faltaba poco.
Sin embargo, desconcierto total. Pasado el minuto, efectivamente, llegó mi transporte y lo vi pasar ¡en el otro lado de la acera! ¡hacia la dirección contraria en la que me encontraba!! ¡me doy cuenta de mi error!¡Quise correr, pero sabía que no lo alcanzaría! Cabe decir todos los improperios que de mi mente surgieron, ya se imaginarán, esas cosas que sólo uno es capaz de decirse en los momentos de frustración, eso sí, en un completo estado de hermetismo mental, cuidando que esos pensamientos no se transformaran en palabras porque entonces, podría comunicarlo o, en este caso gritarlo y esa no era mi intención. Mi intención era tomar el autobús que pasó en el otro lado de la acera.
Empecé por cuestionarme, tenía que hacer el análisis del problema, por no decir de otra manera lo que me había pasado, ya saben, hay que cuidar las formas. Comenzó el interrogatorio, de esos, que se hace uno, sin miramientos, directos, al corazón y sobre todo, porque la ruta, que finalmente tomé hacia la dirección correcta, era por mi, harto conocida ¿En qué estaba pensando? o ¿no estaba pensando? ¿por qué me distraje de esa manera? ¿por qué si estuve 10 minutos parada esperando, no me dí cuenta del error? ¿qué me pasó?. Fue en el lado correcto, esperando por segunda ocasión, otros 10 minutos que comencé a reflexionar y a tratar de dar respuesta a las preguntas o, a la pregunta que se volvió, de entre todas, una constante ¡¿por qué no me dí cuenta del error?!!
Tratando de tener todo el panorama de la situación para entenderla, la respuesta que logré obtener o, por lo menos, la que me hizo sentir más tranquila fue, que la circunstancia por la que cometí el error fue, la novedad. Sí, me dirigía hacia un lugar nuevo que se encontraba en la misma ruta, quizá, haya sido la idea de lo desconocido lo que me llevó a estar, inconscientemente, en un lugar diferente, pero equivocado. Entonces me pregunté ¿cuántas veces se creemos que para conocer o hacer algo novedoso hay que moverse de lugar? Y la reflexión me llevó a pensar que en ocasiones, las rutas conocidas pueden llevarnos a lugares novedosos ofreciendo nuevas y diversas oportunidades; tan sólo es cuestión de armarse de valor, tener confianza de las herramientas que se tienen y se han forjado a lo largo de la vida e ir un poco más allá del camino conocido y que no tiene los límites que nosotros solemos ponerle, o, quizá, sólo bastaría, de vez en cuando, tomar el camino más largo a casa.
¡Nos vemos la próxima semana!
Llevaba 10 minutos esperando el camión, el bus o si quiero contextualizar, el metrobús. Sabía que llegaría en un minuto, uso la tecnología como ventaja mediante una aplicación en mi celular que indica el tiempo en el que pasará el transporte. Es muy útil, reduce la ansiedad que genera el proceso de espera.Todo iba corriendo según lo planeado. Faltaba poco.
Sin embargo, desconcierto total. Pasado el minuto, efectivamente, llegó mi transporte y lo vi pasar ¡en el otro lado de la acera! ¡hacia la dirección contraria en la que me encontraba!! ¡me doy cuenta de mi error!¡Quise correr, pero sabía que no lo alcanzaría! Cabe decir todos los improperios que de mi mente surgieron, ya se imaginarán, esas cosas que sólo uno es capaz de decirse en los momentos de frustración, eso sí, en un completo estado de hermetismo mental, cuidando que esos pensamientos no se transformaran en palabras porque entonces, podría comunicarlo o, en este caso gritarlo y esa no era mi intención. Mi intención era tomar el autobús que pasó en el otro lado de la acera.
Empecé por cuestionarme, tenía que hacer el análisis del problema, por no decir de otra manera lo que me había pasado, ya saben, hay que cuidar las formas. Comenzó el interrogatorio, de esos, que se hace uno, sin miramientos, directos, al corazón y sobre todo, porque la ruta, que finalmente tomé hacia la dirección correcta, era por mi, harto conocida ¿En qué estaba pensando? o ¿no estaba pensando? ¿por qué me distraje de esa manera? ¿por qué si estuve 10 minutos parada esperando, no me dí cuenta del error? ¿qué me pasó?. Fue en el lado correcto, esperando por segunda ocasión, otros 10 minutos que comencé a reflexionar y a tratar de dar respuesta a las preguntas o, a la pregunta que se volvió, de entre todas, una constante ¡¿por qué no me dí cuenta del error?!!
Tratando de tener todo el panorama de la situación para entenderla, la respuesta que logré obtener o, por lo menos, la que me hizo sentir más tranquila fue, que la circunstancia por la que cometí el error fue, la novedad. Sí, me dirigía hacia un lugar nuevo que se encontraba en la misma ruta, quizá, haya sido la idea de lo desconocido lo que me llevó a estar, inconscientemente, en un lugar diferente, pero equivocado. Entonces me pregunté ¿cuántas veces se creemos que para conocer o hacer algo novedoso hay que moverse de lugar? Y la reflexión me llevó a pensar que en ocasiones, las rutas conocidas pueden llevarnos a lugares novedosos ofreciendo nuevas y diversas oportunidades; tan sólo es cuestión de armarse de valor, tener confianza de las herramientas que se tienen y se han forjado a lo largo de la vida e ir un poco más allá del camino conocido y que no tiene los límites que nosotros solemos ponerle, o, quizá, sólo bastaría, de vez en cuando, tomar el camino más largo a casa.
¡Nos vemos la próxima semana!
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